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Noviembre de 2011. El artista canadiense Thimoty P. Schmalz visitaba en Toronto una exposición de arte. En un parque cercano vio un hombre sin hogar durmiendo en un banco. «Recordé el Evangelio de san Mateo: “Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber; fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis; enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme”. Pensé que aquel hombre podría haber sido Jesús».
Seis meses después el escultor, reconocido internacionalmente por sus obras de temática religiosa, ya tenía confeccionada la maqueta de arcilla del Homeless Jesus (Jesús sin hogar), a la que se ha llamado en español Jesús desamparado. Se trata de una imagen de Cristo en tamaño natural que representa a una persona sin techo acostada en un banco. Envuelto en una manta, solo pueden verse los pies, marcados por los clavos de la crucifixión.
Dos mecenas financiaron la construcción de dos moldes de bronce en tamaño real, y el canadiense y su equipo se pusieron manos a la obra para encontrar ubicación a esta «plegaria visual», como la define el propio autor. «Cuando creo una escultura soy consciente de que va a durar mucho más tiempo que yo. Mi propósito como artista es crear piezas con el poder de convertir, que profundicen en la espiritualidad de quien las contempla», afirma Schmalz.
El primer Jesús desamparado se ubicó en 2013 en la escuela de Teología de los jesuitas de Toronto, el Regis College. La segunda escultura llegó hasta el Vaticano, donde el Papa Francisco la bendijo. «Tocó sus pies y la describió como una hermosa obra de arte. La imagen representa lo que él está haciendo, tocar a las personas desamparadas», señala el artista, que donó la escultura a los Archivos Vaticanos. Hoy, el Consejo Pontificio Justicia y Paz está a la espera de la aprobación del Ministerio de Cultura italiano para instalar al Homeless Jesus de forma permanente entre la plaza Pía y la avenida de la Conciliación, cerca del castillo de Sant’Angelo.
Tras la bendición del Papa, la escultura se hizo viral en las redes sociales y un mecenas estadounidense llamó al autor para patrocinar otros doce moldes. Tres años después, el autor ha donado las réplicas a diferentes lugares del mundo, como Cuba, Australia, India, Irlanda, varias ciudades de Estados Unidos y, desde hace varias semanas, la catedral de la Almudena de Madrid.
El domingo, 29 de mayo de 2016, antes de la solemne celebración de la Misa del Corpus Christi, monseñor Osoro bendijo la estatua, ubicada en el lateral de la plaza de san Juan Pablo II, en la calle Bailén. «Además de inspirar a la gente a ser caritativa, puede que el mayor valor que posea esta escultura sea que la persona que duerme en el banco se vea reflejada en Jesucristo», dice de ella su autor.
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en la visita a Jesús mendigo.
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¡Un Mendigo de amor! Nuestro Dios, El que es Dueño y Creador de todo el universo, frente al que nuestra pequeña alma se torna minúscula e insignificante, se hace un pobre pordiosero para golpear las puertas de nuestro corazón y mendigarnos un poco de amor, una mirada, un pensamiento. ¿Tu crees que El no mendiga tu amor en este momento? A veces me imagino a Dios allí arriba mirando al mundo, a cada uno de nosotros, vivir nuestra vida al margen de El, sin siquiera considerarlo. Y sospecho que mira a cada alma, y espera, pacientemente, una mirada hacia El. Sus Ojos se llenan de lágrimas al ver que pasan los minutos, los días, los años, y Su llamado de amor sigue sin ser respondido.
Creo que nuestro Dios mendigo, enamorado perdidamente de nosotros, hace muchas cosas para atraer nuestra atención desde allí arriba. Se puede decir que literalmente lo intenta todo. Nos da alegrías y nos colma de bienes físicos y espirituales, para que lo reconozcamos y lo amemos. O nos llama con el dolor para ver si en ese punto de necesidad nos acordamos de El y pedimos Su intervención. O simplemente espera, y espera, mientras nuestra vida se derrocha en pequeñas miserias que no agregan nada a nuestra salud espiritual, sino todo lo contrario.
Mis amigos, ¿no se sienten incómodos de que tengamos tanta ceguera, que hemos forzado a nuestro Dios Amante a transformarse en un Mendigo de nuestro avaro amor? ¿Qué clase de hijos somos, de un Padre tan inmensamente tierno e insistente en volver a perdonarnos? ¿Qué clase de hermanos somos, de nuestro Jesús Adorable y Misericordioso? ¿Qué clase de agradecimiento tenemos por el Espíritu Divino, que no nos deja solos jamás, mientras le cerramos nuestro corazón una y otra vez? ¿Y que clase de hijos hacen llorar a su Madre con lágrimas de dolor, ante el abandono y la falta de obediencia a sus suaves mandatos?
Jesús, que me miras con lágrimas de dolor, que te abajas a lo más profundo de Tu Humanidad para acercarte a mi, para que reaccione ante Tu llamado. Con Tu rostro triste me invitas a darte una mirada, un pensamiento, una oración, una muestra de mi amor. Deseas que levante mis ojos en medio de este mar de rostros sin rostro, para que la Luz de Tu mirada me ilumine y cubra. Quiero darte mi amor para que sea como una gota de agua que apague, por un instante, esa sed infinita de amor que arde como una universal hoguera, allí en lo profundo de Tu Sagrado Corazón.
Yo quiero, simplemente, ser Tu amigo.